Artículo de opinión de Javier González, portavoz de Cs Terrassa
En Cataluña ya hay muchas personas que más allá de que se manifiesten independentistas, o todo lo contrario, tienen claro los límites que no se deben sobrepasar en la defensa de las ideas en democracia. La ley como límite traspasado está poniendo en riesgo a los que nos mantenemos firmes en ella, paradojas de la vida…
Como muchos otros, soy de los que cumplen las leyes y voy a votar siempre porque pienso que formamos parte de una comunidad democrática tan virtuosa o perfectible como las de nuestro entorno geográfico y cultural. Una comunidad capaz de generar confianza para desarrollar los proyectos personales y colectivos, y capaz de establecer los mecanismos de cambio y de progreso.
Una parte muy importante de catalanes, sin ser mayoritaria, piensa que son suficientes para violentar la democracia empujándola contra la legalidad: Olvidando que lo que define a una democracia no es la existencia de mayorías, en todos los regímenes políticos las hay, sino que estas no puedan saltarse la ley impunemente. En este escrito no trataré de diseccionar las razones de lo que a mi entender es una falsa dicotomía, pero sí quisiera poner en valor lo que significa no faltarle el respeto a nadie. Es por ello que debo decir, y lo lamento con profundo dolor como catalán, que se está ofendiendo a muchas personas que son interpeladas por el independentismo acusándolas de antidemócratas.
Y me refiero a personas que vivieron la recuperación de las libertades, que sin ser monárquicos admitieron un rey que representaba mirar hacia el futuro, que más allá de izquierdas o derechas contemplaron cómo la alternancia de los partidos en el Gobierno de España era un síntoma de normalidad, que sin ser catalanistas apoyaron la recuperación de la Generalitat y que, siendo mayormente inmigrantes, aprendieron catalán por cuenta propia para poder hablar con vecinos y compañeros. Sí me refiero a esos y a otros mayores y pequeños que, en general, no encuentran contradictorio sentirse catalán y español y lo que quieren es que mejore su bienestar, y vivir en paz.
Desde mi posición pretendo lanzar una carta abierta a todos aquellos que el 1 de octubre tratarán de pasar un domingo cualquiera, respetando a los que no están de acuerdo con ellos, pero convencido de que no hay democracia sin legalidad.