Los ciudadanos de Terrassa estamos convocados para ir a votar el próximo domingo. Hay mucha gente que piensa que no son unas elecciones importantes, que al fin y al cabo los ayuntamientos no tienen capacidad para incidir en el día a día de las personas. Sin embargo, la política local tiene competencias que afectan de manera directa precisamente en aquellas cosas que tenemos más a la mano, la limpieza de nuestras calles, el alumbrado público, la seguridad, el aparcamiento, el transporte, las escuelas, la atención social, la vivienda, el deporte juvenil, la cultura popular, la promoción del turismo, la industria, el comercio…
Por todo lo anterior ya vale la pena ejercer como tarrasense o tarrasensa y expresar nuestra opinión en las urnas. Pero hay más razones, una ciudad como la nuestra necesita dar un salto cualitativo, y eso significa desde mi punto de vista aunar esfuerzos para hacer de Terrassa una gran ciudad. Y no se trata de tamaño, sino de construir un espacio amable para vivir y trabajar donde uno pueda sentirse orgulloso de pertenecer. Permítame esta manera de hablar de alguien que ha nacido en un barrio y que ha crecido y echado raíces aquí, de un ciudadano corriente hijo de la inmigración a quien nadie nunca a regalado nada pero que está dispuesto a dedicar unos años a servir a los demás. Un ciudadano de a pie que no pretende ganarse el voto ofreciendo más papeleras o prometiendo lo que no puede prometer, sino que por encima de todo quiere derribar barreras; entre el centro y la periferia, entre la preparación y las oportunidades, entre la casa de todos que es lo que debería ser nuestro ayuntamiento y las personas.
No deje que otros decidan en su lugar, frente a los que han mantenido las barreras levantadas durante 36 años o frente a los que quieren levantar otras nuevas, el voto de una mayoría silenciosa cansada de los de siempre y que no cree en cuentos de hadas, pero sí tiene claro que le gustaría una ciudad mejor, con más oportunidades, más amable, una ciudad con muchas cosas que ofrecer que necesita que le enseñemos a dejarse querer.
Saludos,
Javi