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Artículo de opinión del portavoz de Ciutadans de Terrassa, Javier González

Poco tardó el alcalde en salir a los medios de comunicación defendiendo su posición en relación a la “Mina de Terrassa” después de leer en prensa al exalcalde Manel Royes. Si, según Ballart, Royes sólo habla a título personal y si Royes es un “barón” del partido local (dicho esto en tono despectivo en el último Pleno Municipal), ¿a qué viene su respuesta en defensa de su modelo de gestión sobre el agua? Ballart vuelve a emplear falacias similares a las empleadas durante el pasado mes de junio para defender su posicionamiento, y además cae en contradicciones que evidencian de una manera inequívoca una posición sustentada en otra falsa dicotomía, a saber: Que la gestión directa de los servicios públicos es de izquierdas, olvidando que las nuevas generaciones quieren que los políticos se dejen de debates estériles y faciliten que los servicios públicos funcionen… y a ser posible bien.

El alcalde confunde deliberadamente la soberanía del agua con la gestión de ese recurso. Lo primero es indudable que recae en todos los ciudadanos de Terrassa. De hecho, desde Ciudadanos hemos defendido ese principio, junto al resto de fuerzas políticas, frente a una Mina que parece dispuesta a pleitear hasta la extenuación en lo que ya sólo se puede interpretar como una defensa numantina de los intereses de sus accionistas; una estrategia que oculta el hecho de que han pretendido vivir de rentas toda la vida equivocando los tiempos, las formas y las propuestas.

Lo segundo es evidentemente más discutible y es donde se genera el auténtico debate. El alcalde se enroca en conceptos que ya adelantó hace meses: Defiende una gestión (directa) pública, transparente y ¡tarrasenca! Pero resulta que la gestión indirecta también es pública y desde Ciudadanos, en varias ocasiones, hemos propuesto cómo se puede desarrollar con la colaboración privada sin menoscabar el poder del control municipal. La gestión indirecta también es transparente en la medida que el control público sea efectivo mediante instrumentos contractuales y una disposición real a fiscalizarlos. La gestión indirecta es además tarrasenca, en Ciudadanos huimos de planteamientos provincianos que no van con los tiempos, pero sería entonces necesario contestar a unas preguntas: ¿Dónde se crea el empleo?, ¿dónde se liquidan los impuestos?, ¿dónde se genera valor…?

Dice Ballart que apuesta por una gestión directa del agua, pública, transparente y ¡tarrasenca! Entonces, ¿qué hacemos con el transporte urbano gestionado por la empresa mixta TMESA? Siguiendo con esa lógica, la municipalizaremos también ¿no? Los portavoces del PSC han manifestado que el modelo actual es bueno, ¿entonces, TMESA es un buen gestor público?, aumentan los usuarios, los ingresos y la satisfacción por el servicio es alta. ¿No es transparente?, las cuentas son auditadas por al ayuntamiento y éste decide incluso la pertinencia de partidas presupuestarias. ¿No es ¡tarrasenca!?, la matriz del socio mayoritario está en Madrid…

Ya lo expresamos en otra ocasión, quien presente como dicotomía lo público en relación a lo privado tendría que echar un vistazo a lo que se habla por ejemplo en la ONU. En Nueva York, el pasado mes de diciembre, fruto del debate sobre los objetivos de desarrollo sostenible a alcanzar en 2030, nos encontramos que el diecisiete señala de manera clara la conveniencia del establecimiento de fórmulas de cooperación público-privadas como vía de excelencia, y eso tiene que ver con la gestión de un recurso escaso y vital como es el agua; su captación, su distribución y su reciclaje, ya que forman parte de un todo que las administraciones deben garantizar de la manera más eficiente, sostenible y solidaria.

Ballart le da la razón a Royes precisamente porque pone en valor la crítica recibida, además de evidenciar la falsedad y contradicciones de sus planteamientos. Desde Ciudadanos no compartimos en absoluto el planteamiento del exalcalde quien apadrinó a Ballart en la pasada campaña a las municipales, allá se las entiendan los socialistas con sus peleas y sus discrepancias… En Terrassa hemos tenido mala suerte, Ballart fue el candidato que la tradición local imponía y es nuestro alcalde con el peor resultado electoral de la historia. Lástima que su decisión, de pura supervivencia política, hipoteque a la ciudad al menos para una generación de tarrasenses y tarrasensas.